La experiencia de adopción de un niño fisurado

 

El pasado mes de Junio tuvimos la inmensa suerte de conocer a esta gran familia que es ASAFILAP. Padres, madres, hijo/as, familiares y amigos unidos por una causa común: hacer más fácil todo lo que implica convivir con la patología de nuestros niños: labio leporino y fisura palatina.

Todos tenemos experiencias vitales diferentes, la nuestra, la que queremos compartir con vosotros, es una más de las muchas que protagonizan las familias que ya conocemos y las que nos quedan por conocer a lo largo de este camino que vamos recorriendo juntos.

Somos padres de cuatro hijos y vamos a contaros como fue la llegada del más pequeño. Decidimos que nuestro futuro hijo o hija fuera fruto de la adopción internacional, son muchos los niños/as que necesitan tener una familia y nosotros éramos unos padres que queríamos serlo de nuevo. Así iniciamos el proceso de adopción y a medida que avanzábamos nos encontramos con una vía nueva y rápida para adoptar: Pasaje Verde, niños/as con patologías que necesitaban tratamiento médico y unos padres dispuestos a asumir esa situación. Nosotros nos informamos, lo reflexionamos y decidimos que podíamos tener un hijo o hija con labio leporino y fisura palatina. Optamos por esta patología porque creemos que vivimos en una parte del mundo en la que existen los medios posibles para tratarla y conseguir, así, que nuestro futuro hijo o hija tuviera una vida plena y feliz.

Nos pusimos en marcha, sólo había que esperar a que nos avisaran de la asignación de un menor de entre tres y cinco años. Cuando por fin llegó la deseada asignación nos enviaron una foto de un varón de tres años y medio en la que aparecía sólo parte de su rostro (para proteger la identidad del menor): De la nariz a la barbilla. ¡Ese era nuestro hijo! Sentimos que esa foto era el equivalente a las ecografías que habíamos visto antes de nuestros hijos mayores, igual que los vimos en el periodo de gestación ahora veíamos a nuestro niño pequeño de tres años y medio que vivía a miles de kilómetros de nosotros pero que tan cerca lo sentíamos. Y por cierto…con una sonrisa maravillosa.

Nuestro hijo no fue valorado en Atención Temprana, no succionó usando tetinas especiales, no tenía un pediatra cerca, tampoco un otorrino, no fue operado de fisura entre los seis meses y un año sino  cuando ya estaba con sus padres a los tres años y medio de edad, fue al logopeda por primera vez cuando tenía cuatro años, no disfrutó hasta su adopción de la protección de unos padres que le ofrecieran todo su cariño y atención…pero pudo salvar todos los obstáculos y ahora tiene once años, está en sexto de Primaria, es un karateka magnífico, quiere ser de mayor policía, es optimista, seguro y muy, muy feliz. Nos enseña cada día que lo importante es tener una actitud positiva, que todo es cuestión de esfuerzo y nos hace fácil todo lo que nos parece complicado.

 

 

 

 

 

¿Qué podemos hacer? Esa es la pregunta que nos hacemos todos los días. La respuesta no es sencilla, pero hay que ponerse manos a la obra y hacer los deberes. Tenemos que dejar a un lado nuestros miedos, tenemos que ser pacientes, transmitir seguridad y fortaleza, percibir el obstáculo como una oportunidad, ser constantes, perseverantes y, sobre todo, ser felices. Tenemos los medios y profesionales de confianza, sólo cabe pararnos un momento y mirar a nuestros hijos: Ellos ya saben lo que hay que hacer porque son toda una lección de vida.

Estamos muy agradecidos de que todos nuestros hijos nos sorprendan cada día.

Antonia y Óscar. Padres de María, Carmen, Ignacio y Luan.